Maribel es la pareja de Antonio, íntimo
compañero mío de exploraciones interiores conjuntas sobre la masculinidad.
Sabedora de que en este blog lanzo diatribas contra cierto feminismo
fanatizado, me pasó el enlace a un artículo con el certero título de “un feminismo que no llegó al poder”, (por contraste al que ahora tenemos). Entresaco citas del
mismo, son tan claras que no merecen otro comentario más que expresar mi
acuerdo. Solamente quiero añadir que, con el ambiente inquisitorial creado por
el feminismo que sí llegó al poder, yo mismo escribo en este blog con la aprensión
de que me tilden de “machista” o insultos similares que reciben los
discrepantes del dogma oficial. Así que ahora me veo usando sus textos para
aliviar mi aprensión dado que la trayectoria de la Sra. Garaizabal como
histórica del feminismo creo que me sirve de aval para mi insistencia en que el
replanteamiento de los roles de género deben ir hacia una dirección de
colaboración y complementareidad entre hombres y mujeres, no hacia la
confrontación y la misandría como está promoviendo ese feminismo que sí ha
llegado al poder. Aquí van las citas:
Cuando empezamos, con errores y excesos, el feminismo era transgresor,nacía formando parte de unas concepciones más generales basadas en el respeto, la libertad y la reivindicación de los derechos humanos. Confiábamos en
la capacidad de transformación de las personas para establecer unas relaciones
más justas e igualitarias. Frente a la desvalorización social de lo femeninonos sentíamos orgullosas de ser mujer y transmitimos ese orgullo a muchasmujeres, pero nunca pensamos que por el hecho de serlo siempre tuviéramosla Verdad o que fuera una patente de bondad frente a una supuesta maldad delos hombres. Nunca creímos en bondades o maldades intrínsecas en funciónde ser hombre o mujer. Denunciábamos las desigualdades y las injusticias quese cometían contra las mujeres, pero sabíamos que las mujeres pueden servíctimas y también verdugos.Ese bagaje creo que fue el que hizo que nos ganáramos tantas simpatías yque el feminismo fuera capaz de impulsar un verdadero movimiento que transformóleyes, mentalidades y realidades sociales.Sin embargo parece que parte de este bagaje se ha perdido en el feminismoque hoy es mayoritario. Se han perdido matices, se ha simplificado ideológicamente,se han dejado de lado valores universales (denuncia de la represión,reconocimiento de la libertad de expresión, el derecho a equivocarse y cambiarde conducta…) y frente a ello se ha ido imponiendo una visión cada vez másestrecha y sectaria de las relaciones humanas.
El feminismo de hoy dirige sus mayores ímpetus a conseguir leyes que repriman o discriminen a los hombres opresores. Por ejemplo, la penalización de los clientes en el caso de la prostitución o el endurecimiento de penas en los casos de maltrato.
El feminismo mayoritario es excesivamente simplificador, atribuye la situación de desigualdad de las mujeres a un único factor: los deseos de dominación masculina. Eso se considera como la única causa de la violencia de género o como la única motivación de los clientes de la prostitución. En la realidad, las situaciones son más complejas, y tienen que ver con múltiples factores que se ignoran olímpicamente.
Este feminismo mayoritario resulta además muy cómodo para las institucionesy el Gobierno porque reduce el sexismo a las relaciones individualesy a la identidad individual, en lugar de comprender el conjunto de relacionese instituciones que genera, reproduce y mantiene el sexismo.
Para un sector del feminismo, que bebe del “feminismo cultural norteamericano”,el núcleo fundamental de la opresión de las mujeres es el dominio sexualde los hombres sobre las mujeres, partiendo de que todos los hombres estánunidos, por encima de sus diferencias, para defender el poder patriarcal. Concibenla sexualidad masculina y femenina como dos sexualidades antagónicase irreductibles en las que la heterosexualidad no es una preferencia sexual delas mujeres, sino una relación de dominación donde las mujeres solo puedenser víctimas o colaboradoras de los hombres.
Pretendíamos expresar un tipo de mirada feministamás amplia, inclusiva y compleja que la que está demostrando el feminismoinstitucionalizado y que, en muchas ocasiones, aparece como si fuera el único..La victimización que se hace de las prostitutas o de las mujeres que hansufrido maltrato no parece una buena estrategia feminista, porque esta victimizaciónno ayuda en nada a cambiar las diferentes situaciones en las que viven.Todas las personas, incluso en aquellas situaciones más terribles y dramáticas,tenemos cierta capacidad para rebelarnos y para hacer algo para cambiarlas, yes a esta capacidad de todas las mujeres a la que las feministas hemos apeladosiempre en nuestros discursos. Por ello es importante escuchar y respetar lasopciones que toman las mujeres, sin considerarlas sujetos menores de edadnecesitados de una protección estatal aun en contra de su voluntad. Incluso enlos casos en los que esta protección es necesaria –por ejemplo en algunos casosde violencia de género o cuando se es víctima de trata– no podemos perderde vista cómo reforzar la autonomía y la capacidad de decisión. Nuestro movimientofeminista nació rebelándose contra el tutelaje y el falso proteccionismode las leyes franquistas que nos consideraban menores de edad, necesitadas deprotección legislativa, social, familiar, etc., y esto no podemos olvidarlo aunquese nos diga que esta protección es para conseguir la igualdad o la libertad y estébasada en axiomas feministas.Igualmente discrepo de la consideración de que los hombres en su conjuntoy su afán de dominio sean los únicos culpables de los males de las mujeres.La realidad es tozuda y nos demuestra continuamente la complejidad de lassituaciones a las que tenemos que enfrentarnos para erradicar la desigualdad,la violencia y las discriminaciones que sufren las mujeres. Reducir esta complejidada la naturaleza del género masculino y su afán de dominio y tendencia a laviolencia no ayuda en nada a seguir avanzando.