dimarts, 28 d’agost del 2012

Un feminismo que no llegó al poder

Maribel es la pareja de Antonio, íntimo compañero mío de exploraciones interiores conjuntas sobre la masculinidad. Sabedora de que en este blog lanzo diatribas contra cierto feminismo fanatizado, me pasó el enlace a un artículo con el certero título de “un feminismo que no llegó al poder”, (por contraste al que ahora tenemos). Entresaco citas del mismo, son tan claras que no merecen otro comentario más que expresar mi acuerdo. Solamente quiero añadir que, con el ambiente inquisitorial creado por el feminismo que sí llegó al poder, yo mismo escribo en este blog con la aprensión de que me tilden de “machista” o insultos similares que reciben los discrepantes del dogma oficial. Así que ahora me veo usando sus textos para aliviar mi aprensión dado que la trayectoria de la Sra. Garaizabal como histórica del feminismo creo que me sirve de aval para mi insistencia en que el replanteamiento de los roles de género deben ir hacia una dirección de colaboración y complementareidad entre hombres y mujeres, no hacia la confrontación y la misandría como está promoviendo ese feminismo que sí ha llegado al poder. Aquí van las citas:
Cuando empezamos, con errores y excesos, el feminismo era transgresor,
nacía formando parte de unas concepciones más generales basadas en el respeto, la libertad y la reivindicación de los derechos humanos. Confiábamos en

la capacidad de transformación de las personas para establecer unas relaciones

más justas e igualitarias. Frente a la desvalorización social de lo femenino
nos sentíamos orgullosas de ser mujer y transmitimos ese orgullo a muchas
mujeres, pero nunca pensamos que por el hecho de serlo siempre tuviéramos
la Verdad o que fuera una patente de bondad frente a una supuesta maldad de
los hombres. Nunca creímos en bondades o maldades intrínsecas en función
de ser hombre o mujer. Denunciábamos las desigualdades y las injusticias que
se cometían contra las mujeres, pero sabíamos que las mujeres pueden ser
víctimas y también verdugos.
Ese bagaje creo que fue el que hizo que nos ganáramos tantas simpatías y
que el feminismo fuera capaz de impulsar un verdadero movimiento que transformó
leyes, mentalidades y realidades sociales.
Sin embargo parece que parte de este bagaje se ha perdido en el feminismo
que hoy es mayoritario. Se han perdido matices, se ha simplificado ideológicamente,
se han dejado de lado valores universales (denuncia de la represión,
reconocimiento de la libertad de expresión, el derecho a equivocarse y cambiar
de conducta…) y frente a ello se ha ido imponiendo una visión cada vez más
estrecha y sectaria de las relaciones humanas. 

El feminismo de hoy dirige sus mayores ímpetus a conseguir leyes que repriman o discriminen a los hombres opresores. Por ejemplo, la penalización de los clientes en el caso de la prostitución o el endurecimiento de penas en los casos de maltrato. 
El feminismo mayoritario es excesivamente simplificador, atribuye la situación de desigualdad de las mujeres a un único factor: los deseos de dominación masculina. Eso se considera como la única causa de la violencia de género o como la única motivación de los clientes de la prostitución. En la realidad, las situaciones son más complejas, y tienen que ver con múltiples factores que se ignoran olímpicamente.

Este feminismo mayoritario resulta además muy cómodo para las instituciones
y el Gobierno porque reduce el sexismo a las relaciones individuales
y a la identidad individual, en lugar de comprender el conjunto de relaciones
e instituciones que genera, reproduce y mantiene el sexismo.


Para un sector del feminismo, que bebe del “feminismo cultural norteamericano”,
el núcleo fundamental de la opresión de las mujeres es el dominio sexual
de los hombres sobre las mujeres, partiendo de que todos los hombres están
unidos, por encima de sus diferencias, para defender el poder patriarcal. Conciben
la sexualidad masculina y femenina como dos sexualidades antagónicas
e irreductibles en las que la heterosexualidad no es una preferencia sexual de
las mujeres, sino una relación de dominación donde las mujeres solo pueden
ser víctimas o colaboradoras de los hombres.


Pretendíamos expresar un tipo de mirada feminista
más amplia, inclusiva y compleja que la que está demostrando el feminismo
institucionalizado y que, en muchas ocasiones, aparece como si fuera el único.
.
La victimización que se hace de las prostitutas o de las mujeres que han
sufrido maltrato no parece una buena estrategia feminista, porque esta victimización
no ayuda en nada a cambiar las diferentes situaciones en las que viven.
Todas las personas, incluso en aquellas situaciones más terribles y dramáticas,
tenemos cierta capacidad para rebelarnos y para hacer algo para cambiarlas, y
es a esta capacidad de todas las mujeres a la que las feministas hemos apelado
siempre en nuestros discursos. Por ello es importante escuchar y respetar las
opciones que toman las mujeres, sin considerarlas sujetos menores de edad
necesitados de una protección estatal aun en contra de su voluntad. Incluso en
los casos en los que esta protección es necesaria –por ejemplo en algunos casos
de violencia de género o cuando se es víctima de trata– no podemos perder
de vista cómo reforzar la autonomía y la capacidad de decisión. Nuestro movimiento
feminista nació rebelándose contra el tutelaje y el falso proteccionismo
de las leyes franquistas que nos consideraban menores de edad, necesitadas de
protección legislativa, social, familiar, etc., y esto no podemos olvidarlo aunque
se nos diga que esta protección es para conseguir la igualdad o la libertad y esté
basada en axiomas feministas.
Igualmente discrepo de la consideración de que los hombres en su conjunto
y su afán de dominio sean los únicos culpables de los males de las mujeres.
La realidad es tozuda y nos demuestra continuamente la complejidad de las
situaciones a las que tenemos que enfrentarnos para erradicar la desigualdad,
la violencia y las discriminaciones que sufren las mujeres. Reducir esta complejidad
a la naturaleza del género masculino y su afán de dominio y tendencia a la
violencia no ayuda en nada a seguir avanzando.