dimarts, 10 de juliol del 2012

Odio de los pro-feministas al padre divorciado

[NOTA Este artículo está escrito desde mi herida, aunque su contenido trate de explorar e interpretar la herida de otro. Aún así lo publico esperando que aporte algo válido para el debate]
Hace poco me pasaron en enlace de un artículo[1] colgado en una web que he visitado alguna vez y que para mí lo que difunde es un ejemplo de una masculinidad enferma que refleja lo peor de los indudables avances que nos ha traído el postmodernismo (si postmodernismo es un vocablo demasiado técnico, se puede sustituir por el más popular de “progre”). Las ocasionales visitas a esa web me sirvieron para entender como caso práctico, lo que desde la Teoría Integral de Ken Wilber se denomina vMeme verde patológico –pluralismo infectado de narcisismo- y hasta me inspiró directamente algunos pasajes del documento “Dos hipótesis sobre el negacionismo fanatizado del SAP”.
El artículo en cuestión realiza un buen análisis de un anuncio de la Coca-Cola para poner al descubierto su ideología subyacente. El anuncio trata de un padre divorciado que está cenando con su hijo y le pregunta por el nuevo novio de la madre: es más guapo, más rico, más divertido, a lo cual el hombre repite cada vez más mustio “qué bien”. Hasta que al final el chico dice “...pero a él no le gusta el fútbol”. Se establece una mirada de complicidad entre padre e hijo. Coca-cola para los mejores momentos.
Gran parte del artículo contiene unos análisis muy agudos que sería recomendable que leyeran algunos padres divorciados, pues disecciona muy bien ciertos comportamientos típicos de los separados nada recomendables para los menores: el padre, básicamente, por su herida, parece que no está tanto para escuchar a su hijo y sus necesidades como para medirse con “el otro”. Así, con herramientas como el análisis transaccional, el doble vínculo, la semiótica del anuncio y más, el autor denuncia el padre prioriza la necesidad de nutrir su autoestima masculina dañada frente a ejercer de forma responsable como padre
El escrito contiene observaciones tan certeras como: “Este comercial parece dirigirse a los hombres, trabajadores manuales, que se identifican como “perdedores”, que no se han cuestionado nada relacionado con los mandatos de la masculinidad hegemónica y reifica esta masculinidad a través del llamado a la afición al fútbol de las masas masculinas de clase trabajadora. Coloca asi un producto no saludable dentro de un contexto y estilo de vida, intentado generar una alianza con este producto por parte de ese hombre cada vez más común, divorciado, sin carrera profesional sino sólo empleo, sin habilidades destacables, y con escasas habilidades emocionales”
También esa visión de lo que él llama “masculinidad hegemónica” que adopta diferentes formas, ninguna muy recomendable: “contraposición del “perdedor de clase obrera” que no se cuida, come comida basura pero es un hombre, y el “exitoso snob” que cuida su salud y la de las personas con las que trabaja y refuerza los estereotipos de autenticidad viril del hombre trabajador manual frente a la masculinidad (no menos hegemonica) de los “profesionales” (que tienen “carreras profesionales” y no “trabajos”, que “son” algo y no “trabajan en” algo)”
Sin embargo, junto con estos brillantes análisis, nos encontramos con una absoluta falta de empatía hacia el padre que, por venir de alguien que pretende tomarse en serio los asuntos de masculinidad, deja al lector helado. Así vemos que el autor de ese análisis, auto-situándose en una posición de total superioridad moral que no explica de dónde la ha obtenido, emite su juicio inapelable: “es un muy mal padre” “La responsabilidad parental queda reducida a cenizas”. Es decir, con un video de un minuto y medio el pro-feminista ya ha tenido suficiente para establecer la culpabilidad de ese padre malo. De ahí, ni más ni menos infiere que “indica una clara instrumentalización y maltrato psicológico del menor”, “continua, de forma “blanda” el maltrato tanto al hijo como la madre”, “Este padre no “cuida” ni nutre fisica y emocionalmente, aun cuando aparezca “cocinando””, “padre egocéntrico”...Un desecho de padre y de hombre, vamos, que ni tiene ni merece perdón; “que aunque se aleja del padre autoritario y violento tradicional” -eso sí se lo concede-, “produce un daño emocional mayor”.
Es de sentido común saber que en este mundo no hay padres –ni madres- perfectos. Todos los progenitores, en algún grado, se nutren emocionalmente de sus hijos. (Por supuesto, hay ciertos casos que degeneran en abuso psíquico). De hecho, es más común en las madres. Ante la falta de sentido y la angustia vital muchos hombres se lanzan de manera nihilista al mundo del trabajo, del dinero, del poder y del éxito social[2]. Las mujeres más atrapadas en su rol de género tradicional, su vacío existencial suelen llenarlo dedicando todo su amor y sacrificio a los hijos (“¡con todo lo que hecho por ti!”), ahogándolos e impidiéndoles que encuentren su propio espacio. Los psicoanalistas lo llaman la “madre castradora”. Recuerdo un antropólogo que decía “si pudiéramos escuchar a nuestros adolescentes les oiríamos gritar: ‘¿Papá, dónde estás?’ ‘¡Mamá, déjame en paz!’”. Los psicoterapeutas tienen las consultas llenas de hombres tratando de sanarles su “Edipo”, es decir, el enganche con la mamá.
Entonces ¿por qué esa total invalidación de ese “padre perdedor sin competencias emocionales”? A pesar de explicar tan bien cómo la construcción de la masculinidad tradicional ha dañado a ese padre torpe, el pro-feminista lo condena sin remisión “De hecho ya se está deslegitimando como padre al mantener esta absurda conversacion con el hijo”, “el macho que no acepta un divorcio”. Lo condena incluso a pesar que al final del anuncio se ve cómo es el hijo el que está buscando la complicidad del padre, es el hijo quien está necesitando conectar con él.
Antes, por si acaso, el articulista ya se ha encargado de absolver a la madre: “contrapone la imagen de un padre presente e imperfecto y deja (desde el silencio) a la madre como una madre ausente y más centrada en una nueva relación, lo que podría sugerir la irresponsabilidad parental de la madre y subsiguientemente, negandole el derecho a que pueda rehacer su vida con quien más le plazca”. Que no se les ocurra a los de la Coca-cola meterse con los derechos de la mamá, aquí está el pro-feminista para defenderla.
Con estos juicios de condena y absolución, a pesar de la patente escena final donde –al revés de su machacona insistencia a lo largo del escrito de que “busca que su hijo le valide como padre”- se ve la necesidad del chico de conectar no con una abstracta “figura masculina” sino directamente con SU PADRE, como si el autor supiera más que el propio muchacho, ya lo sentencia: “un muy mal padre”.
¿A quién se está refiriendo como “padre deslegitimado”, “mal padre”? ¿De quién está hablando, y desde donde? Según su análisis, el chico no encontrará nutrición en ese macho embrutecido, de ahí inferimos que solamente la podrá encontrar en su mamá o en hombres buenecitos no-machistas, tal como el propio autor se presenta en las múltiples ONGs en las que colabora. Por eso desde su web combate ferozmente la Custodia Compartida y niega el drama del SAP como una mera “argucia de maltratadores para denigrar a la ex”. Más bien parece que el que está hablando aquí es el “niño herido” que, como todavía no ha podido superar traumas heredados de sus padres, ha tenido que construirse una imagen de sí mismo (“soy bueno y moral” “soy progre”) para no conectar con ese dolor interno. Debajo de esos análisis tan intelectuales parece oírse: “Papá, ¿cuál fue tu dolor, que no me supiste nutrir? Papá, ¡necesitaba tanto tu validación!, necesitaba oírte decir "me siento orgulloso de ti”. Papá, aquello que tu no me pudiste dar, todavía lo estoy buscando incansablemente y no lo encuentro, estoy rabioso y me duele tanto que tengo que huir de ti y de lo que simbolizas”. Ese dolor, esa pérdida, esa herida, cuando no se pueden asumir, cuando ni siquiera se han podido ver en su génesis, lleva a construirse una auto-imagen favorable desconectada de ese ser real herido. Esto es la esencia del narcisismo. Por eso, aunque los narcisistas suelan ser encantadores, trabajadores infatigables, etc. –todo lo que refuerce su imagen desconectada- sufren de una gran falta de empatía, entre otras patologías, sobre todo ante aquello que les pone delante su herida. En un sentido diferente, es como el homófobo: no odia tanto a su vecino “maricón” sino a su propia tendencia homosexual que no puede aceptar en si mismo. Así sucede con tantos “cruzados” de “causas nobles” que se lanzan a “salvar el mundo” (de los maricones, de los impíos, de los capitalistas, de los comunistas, de los “malos” en general…) como una forma de huir de sí mismos, proyectando el “mal” afuera y de este modo justificarse
Del autor de esa web, en su infatigable cruzada por la “nueva masculinidad” contra machistas, maltradores, padres divorciados que vindican sus derechos, masculinidades “hegemónicas” y sus “privilegios” etc… hace tiempo le leí un texto que me pareció muy valiente porque habló de sí mismo ya de una manera explícita (no como en sus habituales diatribas donde parece que lo continúe haciéndo bajo la misión de difundir su “nueva masculinidad). En concreto contaba el triste divorcio que su mamá y los hijos tuvieron que sufrir por parte de un padre machista que creo que dijo era medio alcohólico o pastillero. Eso sí, situándose en su habitual posición de superioridad moral, finalmente absolvía a su papá como víctima del patriarcado. Algo que ya no le sucede a él, como se encarga de proclamar ante el mundo en sus múltiples actividades y escritos antipatriarcales. Un relato honesto y valiente que le agradezco, pues me ayudó a entender muchas cosas (también de mi mismo).
En cierta manera, es parecido a ésas que se autoproclaman feministas y las oyes como desprecian a su madre: “Jamás voy a ser como ella: una esclava sometida al machista cabrón de mi papá”. En ese rechazo de la madre, psicoanalíticamente lo que están diciendo es “Papá: yo soy mejor que mamá para ti”. Así les va después en su relación con los hombres: no hay ninguno bueno para ellas. Lo que Jung diría un nivel infantilizado de integración del animus. Respecto de los hombres, la personalidad narcisista se genera cuando el niño es convertido en el “ser especial” de su mamá, generalmente desilusionada con su marido y por tanto desplaza la idealización masculina a “su” niño para que la nutra. La consecuencia es lo Jung llamaría desarrollo infantilizado del ánima. De hecho, esto es lo que el artículo denuncia que en este caso hace el padre, con una argumentación brillantemente elaborada. Sin embargo, lo que revela la parcialidad y las omisiones de esa argumentación del artículo y de la web en general, me llevan a esa consideración de ejemplo de masculinidad patológica en el nivel postmoderno o “progre”, en donde se confunde el narcisismo con la acción sociopolítica. Por tanto, ni se sale del narcisismo y su acción política es desastrosa.



[1] “Coca-cola: ¿Maltrato psicológico infantil, padre nutriendose emocionalmente de su hijo e instrumentalizandole?” http://heterodoxia.wordpress.com/2012/05/30/coca-cola-una-apologia-del-maltrato-infantil-la-instrumentalizacion-de-un-menor-y-un-padre-nutriendose-emocionalmente-de-su-hijo/   Consultado por última vez el 6 de julio de 2012

[2] Por eso la crisis que sufrimos ha sido más cosa de hombres que de mujeres. Aunque lanzarse al “éxito social” signifique acumular mansiones y dinero para impresionar a mujeres (básicamente jóvenes y atractivas) con la finalidad de obtener su validación. De la responsabilidad de esas mujeres amantes de joyas y mansiones proporcionadas por su hombre (por vía de la especulación y la explotación laboral) nunca se habla.

dimarts, 3 de juliol del 2012

¿Principio del fin de los “años de plomo” de la misandría política?

Hay signos de que algo está cambiando últimamente en el panorama de la política y el gobierno. La notícia más destacable para mi ha sido el anuncio del ministro de justicia que quiere replantear la Custodia Compartida. He leído por internet las lógicas reticencias por parte de las asociaciones que hace años que luchan por ella. Sin embargo, después de los “años de plomo” que hemos pasado, su mero anuncio me parece un grandísimo avance, independientemente de cómo se acabe concretando. Hay que recordar que no hace tanto, desde los ámbitos oficiales, y también los sociales y culturales, con toda la impunidad y toda la prepotencia se tildaba de “machistas” y “maltratadores” a los que se les ocurría pedir ese cambio legislativo. Se puede consultar esta entrada para leer más detalles de esa historia. El dominio del lobby del feminismo del resentimiento[1] era absoluto, y el pensamiento disidente era eficazmente anatemizado (para un análisis y seguimento cotidiano de esa práctica, el blog “Personas no género” me parece un referente imprescindible en lengua castellana). Ahora, incluso he visto un diputado, Toni Cantó, que en el Congreso declara sin complejos “Vds. han construido la igualdad contra los hombres”, encendiendo la furia de las que se creían moralmente superiores para juzgar y estigmatizar al que no comulga con su dogma.
Otro cambio, frente a la estupidez moralizante y dogmática de lo “políticamente correcto” en género, ha sido el informe de la Real Academia sobre el lenguaje sexista. Los que antes pontificaban y trataban de maltratar, sin conseguirlo nunca del todo, la lengua castellana (vale también para el catalán) se han quedado bastante callados. Por fin parece que queda desactivada esa aspiración de raigambre postmoderna de “cambiando el lenguaje se cambia la realidad”, con su moralina que convertía la lengua y sus estructuras gramaticales profundas –lo más ajeno que hay a la política- en un pesado fárrago, y a sus usuarios los forzaba a un permanente examen de conciencia (gramatical) de muy dudosa eficacia para la política de igualdad. Los más recalcitrantes de lo políticamente correcto quedan retratados en su majadería, y la gran mayoría de la población suspira de alivio al saber que puede continuar sin mala conciencia usando su lengua tal como el pueblo la ha creado.
Veo más signos aquí y allá. Sé que estos “años de plomo” no van a cambiar de la noche a la mañana, y que en la corriente principal de los media y la cultura hay todavía una gran misandría que se confunde con el feminismo y la “lucha por los derechos de las mujeres”. El último signo de cambio lo leí el otro dia por casualidad en internet: El que denominé “Inquisidor Mayor del Reino”, el Dr. Lorente Acosta, parece que desde que dejó su poltrona política de la violencia de género, escribe un blog donde mantiene sus disparates, su deshonestidad intelectual y su odio misándrico. Con eso de haber perdido su cargo para bajar a ser un mero ciudadano y bloguero, parece que en ese blog está recibiendo muchas opiniones de lo que antes, desde su atalaya, debía despreciar como “machista” o “agresor de mujeres”. Tantas opiniones habrá tenido que leer, que hasta ha tenido escribir un artículo a la defensiva diciendo que él no defiende que todos los hombres son malos y todas las mujeres buenas. Que semejante fanático, que hasta hace cuatro días distorsionaba la realidad y el lenguaje sin ningún escrúpulo con tal de mantener su dogma enfermizo, se vea obligado a ponerse a la defensiva es una simple anécdota, pero quizás también un signo de este comienzo del fin de los años de plomo. Espero que el aire se vuelva más respirable para los planteamientos que tratan superar los roles de gènero tradicionales, no desde el victimismo y la confrontación entre hombres y mujeres, sinó desde la búsqueda común de un camino que nos sirva a todos en estos tiempos que corren.


[1]En lugar de mi definición nietzscheana “feminismo del resentimiento” (inventada en homenaje a la “Genealogía de la Moral” de Nietzsche), Emilio, en su blog “Personas no género”, después de años de análisis, usa el término más neutro de neofeminismo. El mismo hecho que cueste tanto encontrar un término para referirse a un discurso fanatizado que se camufla dentro de los discursos que más han hecho por la emancipación de la humanidad –el feminismo- es una muestra de lo arraigado que está y del trabajo que aún queda por desenmascarar las ideologías opresoras (algo así diría el pesado de Althusser) y sus camuflajes.