diumenge, 31 de març del 2013

¿Qué significa desarrollar los valores femeninos en nuestra cultura?

[1] Escrito redactado a petición de la “Asociación cultural Artemisa para el desarrollo de los valores femeninos”.
La polaridad masculino/femenino forma parte insoslayable de la polaridades que constituyen toda la realidad. No tiene un significado meramente sexual, sinó que se imbrica en el entramado de todo lo existente en el que se desdobla la Unidad del Ser. Así se recoge en las grandes tradiciones: el Sol como principio masculino cósmico y la Luna como femenino; en la Índia, Purusha y Prakriti o también Shiva y Shakti; en China el Yin i el Yang. Es la expresión de dos tendencias antagónicas y complementarias cuya interrelación constante da lugar a todos los fenómenos. Así, el Yin, principio femenino, es receptivo, terrestre, nocturno, contractivo, húmedo, penetrable etc. Y el Yang, principio masculino, es activo, creativo, celeste, diurno, expansivo, seco, penetrante, etc.
En ese nivel no hay el más mínimo componente de valor: un extremo de la polaridad no es superior ni más importante que otro, ni tiene sentido el uno sin el otro. El Tao nos dice que nada es totalmente Yin ni totalmente Yang. Estas dos energias dinamizan y estructuran todo lo existente. Aunque tienen cualidades antagónicas, no son principios contrarios sino complementarios, tal como se ve en el famoso símbolo del Tao: se interpenetran dinámicamente, dependen el uno del otro e incluso pueden transformarse el uno en el otro.
Una manifestación de esa polaridad originaria es la sexuación biológica. En lo relativo a lo humano, hombre y mujer simbolizan, respectivamente, la disyunción yin-yang. Esta sexuación biológica tiene su correspondiente reflejo psicológico, ya que cuerpo y psique no son dos sustancias separadas. Lo femenino y masculino humanos son un reflejo de lo femenino y masculino cósmicos.
También en en el hombre y la mujer están presentes ambos principios, aunque en diferente grado. Dicho de otro modo, en todo hombre hay una mujer y en toda mujer hay un hombre. El padre de la “psicología profunda”, Carl Gustav Jung denominó “animus” a la dimensión masculina interior de la mujer y “anima” a la dimensión femenina interior del hombre: “Una mujer muy femenina tiene un alma masculina, un varón muy masculino tiene un alma femenina (...) cuanto más masculina es la actitud externa, tanto más están eliminados de allí los rasgos femeninos; de ahí que éstos aparezcan en el insconsciente(...) En el alma la relación se invierte, el varón siente hacia dentro, la mujer, en cambio, reflexiona”. Para Jung la mayor fuerza externa o fuerza yang del hombre se corresponde la una mayor fuerza interior o fuerza yin en la mujer: mayor paciencia, aguante o resistencia. La apariencia más intelectual del hombre, su mayor gusto por el análisis, la teoría y la especulación (que a veces se ha tratado de justificar como una supuesta superioridad intelectual sobre de la mujer), se corresponde con una mayor sabiduría yin, profunda, intuitiva en la mujer.
Una mujer que se encuentre totalmente identificada con su femenino externo y se haya desconectado de su interior masculino no será más femenina, al contrario, su feminidad se expresará de forma inmadura. Lo mismo que un hombre que no reconozca ni esté en contacto con sus cualidades femeninas, manifestará una virilidad superficial y desequilibrada. Cuando las cualidades femeninas y masculinas no están compensadas con su contraparte, se desequilibran y se tornan destructivas.

Los valores femeninos en nuestra época

Nuestra cultura, que podemos calificar de postmoderna, se caracteriza por haber cuestionado y dejado atrás muchos de los rígidos roles de género que limitaban el ser de las mujeres. Lo que antes se invocaba como “naturaleza” –y por tanto, destino universal e insoslayable- ahora se ve como un constructo cultural que puede ser cambiado, moldeado y elegido. A veces, sin embargo, se ha exagerado esta visión concluyendo que, como todo es un constructo, pues todo es relativo y no hay cualidades ni diferencias. También se han construido discursos que alimentan el revanchismo y el resentimiento al enfatizar únicamente las constricciones que los roles de género tradicionales han impuesto a lo largo de la historia sobre las mujeres; sin embargo, al hacer del victimismo su definición esencial de lo femenino, le sustrae toda responsabilidad y por ende su complemento indisociable: la libertad.
Nuestra propuesta se basa no tanto en la deconstrucción todos los valores de nuestra época, incluyendo los femeninos y masculinos, sinó en desarrollar las expresiones positivas de las cualidades que muestran estos valores. Estamos comprometidas con nuestra evolución como personas y mujeres, por eso queremos trabajar nuestra relación con las mejores características de nuestro género para ir más allá, hacia nuestra plenitud humana. Abrazamos y tomamos en cuenta tanto nuestra base biológica como nuestro condicionamiento cultural, cualquier aspecto de lo que signifique ser mujer y de lo que pueda llegar a ser, sin apegarnos a ningún esencialismo para llegar a expresar nuestra humanidad más elevada en tanto que mujeres.
El compromiso con nuestro desarrollo comprende tanto la transformación como la traslación. Tanto hombres como mujeres evolucionamos a través de las mismas estructuras, aunque con las características propias de cada género. La traslación es un movimiento horizontal dentro de un nivel conciencia dado, en el que las mujeres tendemos a la comunión y los hombres hacia la individualidad. En la transformación hay dos impulsos verticales: eros y agape. Los hombres tienden hacia Eros, la libertad, una verticalidad ascendente, y las mujeres hacia Agape, la plenitud, una verticalidad descendente que todo lo abraza. Dentro de la traslación horizontal valoramos las versiones sanas de la individualidad que vemos en los hombres, tales como la auto-estima y la responsabilidad; y deploramos sus versiones insanas de esa tendencia masculina a la individualidad todavía tan presentes en nuestro mundo: la rigidez, la alienación, la noción de un “yo” masculino hiperagresivo, el miedo al compromiso, etc. También rechazamos las versiones insanas de Eros, que, en lugar de la libertad, manifiesta la represión, la contracción y el miedo. Nosotras tratamos de tomar conciencia de las versiones insanas de nuestra tendencia femenina, como la incapacidad de reconocernos, de desarrollar nuestras autoestima, o de quedarnos atrapadas en las relaciones por confundir la comunión con una fusión indiferenciada por olvido de nuestra individualidad. Nuestro compromiso estiba en desarrollar los principios femeninos más sanos, los que tienden a la relación, el flujo, el respeto y la compasión.

Hacia el desarrollo de los valores femeninos

Según Mónica Cavallé[2], una deducción analógica basada en la ley de la semejanza a partir de los principios Yin y Yang nos permite hacer una descripción sumaria de lo que serían las cualidades y los valores específicamente femeninos y masculinos

Cualidades y valores masculinos
Cualidades y valores femeninos
La exteriorización
La interiorización y el repliegue
La dureza y la inflexibilidad
La receptividad y la ductilidad
El uso de la fuerza entendido como la aplicación de la energía hacia el exterior
El uso de la fuerza concebida como resistencia, paciencia y aguante
El avance lineal orientado hacia un logro o hacia una meta externa
El avance no visible ni cuantificable, entendido como ahondamiento en lo mismo
El dominio a través de la fuerza, de la acometividad y de la exclusión
La síntesis o la tendencia a incluir lo diverso
La competitividad
La cooperación y la sinergia: la armonía colaboradora entre las partes que configuran un sistema
El imperio de una parte sobre el conjunto
El desarrollo orgánico del conjunto
La especialización
El respeto por el entorno y la conciencia de ser parte de él
La exploración y la conquista del entorno
El contacto con la naturaleza y con la vida
La conciencia del yo
La conciencia del tú y la afirmación del otro
La autoafirmación, la iniciativa y la ambición
El cuidado y la protección
La inteligencia analítica, deductiva y tecnológica y las actividades correspondientes (ciencias, organización, indústria...)
La inteligencia emocional o “conocimiento del corazón” y las actividades correspondientes (música, danza, literatura, poesía...)
El intelecto entendido como razonamiento discursivo y abstracto, como lógica aséptica
La inteligencia entendida como intuición integral, no disociada de lo concreto, y como capacidad de percepción directa
La inclinación hacia lo objetivo
La inclinación hacia lo subjetivo

Esta caracterización no conlleva ningún juicio de valor. Los términos de estas polaridades, igual que las cualidades masculinas y femeninas, sólo pueden concebirse en su referencia mutua: se co-implican, se interpenetran, son indisociables; no cabe establecer ninguna jerarquía entre ellos.
Es cierto que durante siglos la cultura dominante ha enfatizado más el lado teórico y analítico, espiritualmente ascendente, individualista y disociado, con el olvido del cuerpo, de la tierra, del cuidado del yo y del otro. Ahora tenemos la oportunidad de desarrollar estos valores orientados hacia visión más global e integradora, rescatando la importancia de lo concreto, de la persona total en su aquí y ahora, poniéndo el énfasis en cómo vivimos. Gracias a la liberación de tantos condicionamientos que ocultaban nuestro ser y nuestros potenciales ahora emprendemos este camino hacia nuestra propia identidad. Nuestra liberación la entendemos como la expresión del potencial de cada una, como el pleno florecimiento de nuestra humanidad, algo que no está “más allá” sinó siempre ahora. No olvidamos la necesaria emancipación social, política y económica; la conquista de nosotras mismas no se nos regala; tampoco vamos a imitar lo peor de los varones con la conquista del mundo exterior, no vamos a sacrificar nuestra intimidad en el altar del poder, el prestigio y el dinero. La lucha por nuestra libertad no acaba con la consecución de la igualdad social, sinó que ahí donde se alcanzan las reivindicaciones sociales empieza nuestro trabajo como mujeres en busca de su plenitud humana.



[1] Escrito redactado a petición de la “Asociación cultural Artemisa para el desarrollo de los valores femeninos”.
[2] Además de su caracterización de los valores masculinos y femeninos, la primera parte de este escrito también ha sido tomada de su libro "La filosofia, maestra de vida"