[NOTA Este artículo
está escrito desde mi herida, aunque su contenido trate de explorar e
interpretar la herida de otro. Aún así lo publico esperando que aporte algo válido
para el debate]
Hace poco me pasaron
en enlace de un artículo[1] colgado en una web que he visitado alguna
vez y que para mí lo que difunde es un ejemplo de una masculinidad enferma que
refleja lo peor de los indudables avances que nos ha traído el postmodernismo
(si postmodernismo es un vocablo demasiado técnico, se puede sustituir por el más
popular de “progre”). Las ocasionales visitas a esa web me sirvieron para entender
como caso práctico, lo que desde la Teoría Integral de Ken Wilber se denomina
vMeme verde patológico –pluralismo infectado de narcisismo- y hasta me inspiró
directamente algunos pasajes del documento “Dos hipótesis sobre el
negacionismo fanatizado del SAP”.
El artículo en
cuestión realiza un buen análisis de un anuncio de la Coca-Cola para poner al descubierto su ideología
subyacente. El anuncio trata de un padre divorciado que está cenando con su
hijo y le pregunta por el nuevo novio de la madre: es más guapo, más rico, más
divertido, a lo cual el hombre repite cada vez más mustio “qué bien”. Hasta que al final el chico dice “...pero a él no le gusta el fútbol”. Se establece una mirada de
complicidad entre padre e hijo. Coca-cola para los mejores momentos.
Gran parte del
artículo contiene unos análisis muy agudos que sería recomendable que leyeran
algunos padres divorciados, pues disecciona muy bien ciertos comportamientos
típicos de los separados nada recomendables para los menores: el padre,
básicamente, por su herida, parece que no está tanto para escuchar a su hijo y
sus necesidades como para medirse con “el otro”. Así, con herramientas como el
análisis transaccional, el doble vínculo, la semiótica del anuncio y más, el
autor denuncia “el padre prioriza la necesidad de nutrir su
autoestima masculina dañada frente a ejercer de forma responsable como padre”
El escrito contiene observaciones
tan certeras como: “Este comercial parece
dirigirse a los hombres, trabajadores manuales, que se identifican como
“perdedores”, que no se han cuestionado nada relacionado con los mandatos de la
masculinidad hegemónica y reifica esta masculinidad a través del llamado a la
afición al fútbol de las masas masculinas de clase trabajadora. Coloca asi un producto
no saludable dentro de un contexto y estilo de vida, intentado generar una
alianza con este producto por parte de ese hombre cada vez más común,
divorciado, sin carrera profesional sino sólo empleo, sin habilidades
destacables, y con escasas habilidades emocionales”
También esa visión
de lo que él llama “masculinidad hegemónica” que adopta diferentes formas,
ninguna muy recomendable: “contraposición
del “perdedor de clase obrera” que no se cuida, come comida basura pero es un
hombre, y el “exitoso snob” que cuida su salud y la de las personas con las que
trabaja y refuerza los estereotipos de autenticidad viril del hombre trabajador
manual frente a la masculinidad (no menos hegemonica) de los “profesionales”
(que tienen “carreras profesionales” y no “trabajos”, que “son” algo y no
“trabajan en” algo)”
Sin embargo, junto
con estos brillantes análisis, nos encontramos con una absoluta falta de empatía hacia el padre que, por venir de alguien
que pretende tomarse en serio los asuntos de masculinidad, deja al lector
helado. Así vemos que el autor de ese análisis, auto-situándose en una posición de total superioridad moral
que no explica de dónde la ha obtenido, emite su juicio inapelable: “es un muy mal padre” “La responsabilidad
parental queda reducida a cenizas”. Es decir, con un video de un minuto y
medio el pro-feminista ya ha tenido suficiente para establecer la culpabilidad
de ese padre malo. De ahí, ni más ni menos infiere que “indica una clara instrumentalización y maltrato psicológico del menor”,
“continua, de forma “blanda” el maltrato tanto al hijo como la madre”,
“Este padre no “cuida” ni nutre fisica y emocionalmente, aun cuando aparezca
“cocinando””, “padre egocéntrico”...Un desecho de padre y de hombre, vamos, que ni tiene ni merece perdón;
“que aunque se aleja del padre
autoritario y violento tradicional” -eso sí se lo concede-, “produce un daño emocional mayor”.
Es de sentido común
saber que en este mundo no hay padres –ni madres- perfectos. Todos los
progenitores, en algún grado, se nutren emocionalmente de sus hijos. (Por
supuesto, hay ciertos casos que degeneran en abuso psíquico). De hecho, es más
común en las madres. Ante la falta de sentido y la angustia vital muchos
hombres se lanzan de manera nihilista al mundo del trabajo, del dinero, del
poder y del éxito social[2]. Las
mujeres más atrapadas en su rol de género tradicional, su vacío existencial
suelen llenarlo dedicando todo su amor y
sacrificio a los hijos (“¡con todo lo que hecho por ti!”), ahogándolos e
impidiéndoles que encuentren su propio espacio. Los psicoanalistas lo llaman la
“madre castradora”. Recuerdo un antropólogo que decía “si pudiéramos escuchar a
nuestros adolescentes les oiríamos gritar: ‘¿Papá, dónde estás?’ ‘¡Mamá, déjame
en paz!’”. Los psicoterapeutas tienen las consultas llenas de hombres tratando
de sanarles su “Edipo”, es decir, el enganche con la mamá.
Entonces ¿por qué esa
total invalidación de ese “padre perdedor sin competencias emocionales”? A
pesar de explicar tan bien cómo la construcción de la masculinidad tradicional
ha dañado a ese padre torpe, el pro-feminista lo condena sin remisión “De hecho ya se está deslegitimando como padre al mantener esta
absurda conversacion con el hijo”, “el macho que no acepta un
divorcio”. Lo condena
incluso a pesar que al final del anuncio se ve cómo es el hijo el que está
buscando la complicidad del padre, es el hijo quien está necesitando conectar
con él.
Antes, por si acaso,
el articulista ya se ha encargado de absolver a la madre: “contrapone la imagen de un padre presente e imperfecto y deja (desde el
silencio) a la madre como una madre ausente y más centrada en una nueva
relación, lo que podría sugerir la irresponsabilidad parental de la madre y
subsiguientemente, negandole el derecho a que pueda rehacer su vida con quien
más le plazca”. Que no se les ocurra a los de la Coca-cola meterse con los
derechos de la mamá, aquí está el pro-feminista para defenderla.
Con estos juicios de
condena y absolución, a pesar de la patente escena final donde –al revés de su
machacona insistencia a lo largo del escrito de que “busca que su hijo le valide como padre”- se ve la necesidad del chico de conectar no
con una abstracta “figura masculina” sino directamente con SU PADRE, como si el
autor supiera más que el propio muchacho, ya lo sentencia: “un muy mal padre”.
¿A quién se está
refiriendo como “padre deslegitimado”, “mal padre”? ¿De quién está hablando, y
desde donde? Según su análisis, el chico no encontrará nutrición en ese macho embrutecido,
de ahí inferimos que solamente la podrá encontrar en su mamá o en hombres
buenecitos no-machistas, tal como el propio autor se presenta en las múltiples
ONGs en las que colabora. Por eso desde su web combate ferozmente la Custodia
Compartida y niega el drama del SAP como una mera “argucia de maltratadores
para denigrar a la ex”. Más bien parece que el que está hablando aquí es el
“niño herido” que, como todavía no ha podido superar traumas heredados de sus
padres, ha tenido que construirse una imagen de sí mismo (“soy bueno y moral”
“soy progre”) para no conectar con ese dolor interno. Debajo de esos análisis
tan intelectuales parece oírse: “Papá, ¿cuál fue tu dolor, que no me supiste
nutrir? Papá, ¡necesitaba tanto tu validación!, necesitaba oírte decir "me
siento orgulloso de ti”. Papá, aquello que tu no me pudiste dar, todavía lo
estoy buscando incansablemente y no lo encuentro, estoy rabioso y me duele tanto
que tengo que huir de ti y de lo que simbolizas”. Ese dolor, esa pérdida, esa
herida, cuando no se pueden asumir, cuando ni siquiera se han podido ver en su génesis, lleva a construirse
una auto-imagen favorable desconectada de ese ser real herido. Esto es la
esencia del narcisismo. Por eso, aunque los narcisistas suelan ser encantadores,
trabajadores infatigables, etc. –todo lo que refuerce su imagen desconectada-
sufren de una gran falta de empatía, entre otras patologías, sobre todo ante
aquello que les pone delante su herida. En un sentido diferente, es como el
homófobo: no odia tanto a su vecino “maricón” sino a su propia tendencia
homosexual que no puede aceptar en si mismo. Así sucede con tantos “cruzados”
de “causas nobles” que se lanzan a “salvar el mundo” (de los maricones, de los
impíos, de los capitalistas, de los comunistas, de los “malos” en general…)
como una forma de huir de sí mismos, proyectando el “mal” afuera y de este modo
justificarse
Del autor de esa
web, en su infatigable cruzada por la “nueva masculinidad” contra machistas,
maltradores, padres divorciados que vindican sus derechos, masculinidades
“hegemónicas” y sus “privilegios” etc… hace tiempo le leí un texto que me
pareció muy valiente porque habló de sí mismo ya de una manera explícita (no
como en sus habituales diatribas donde parece que lo continúe haciéndo bajo la
misión de difundir su “nueva masculinidad). En concreto contaba el triste
divorcio que su mamá y los hijos tuvieron que sufrir por parte de un padre machista
que creo que dijo era medio alcohólico o pastillero. Eso sí, situándose en su
habitual posición de superioridad moral, finalmente absolvía a su papá como
víctima del patriarcado. Algo que ya no le sucede a él, como se encarga de proclamar
ante el mundo en sus múltiples actividades y escritos antipatriarcales. Un
relato honesto y valiente que le agradezco, pues me ayudó a entender muchas
cosas (también de mi mismo).
En cierta manera, es
parecido a ésas que se autoproclaman feministas y las oyes como desprecian a su
madre: “Jamás voy a ser como ella: una esclava sometida al machista cabrón de
mi papá”. En ese rechazo de la madre, psicoanalíticamente lo que están diciendo
es “Papá: yo soy mejor que mamá para ti”. Así les va después en su relación con
los hombres: no hay ninguno bueno para ellas. Lo que Jung diría un nivel
infantilizado de integración del animus. Respecto de los hombres, la
personalidad narcisista se genera cuando el niño es convertido en el “ser
especial” de su mamá, generalmente desilusionada con su marido y por tanto
desplaza la idealización masculina a “su” niño para que la nutra. La
consecuencia es lo Jung llamaría desarrollo infantilizado del ánima. De hecho,
esto es lo que el artículo denuncia que en este caso hace el padre, con una
argumentación brillantemente elaborada. Sin embargo, lo que revela la
parcialidad y las omisiones de esa argumentación del artículo y de la web en
general, me llevan a esa consideración de ejemplo de masculinidad patológica en
el nivel postmoderno o “progre”, en donde se confunde el narcisismo con la
acción sociopolítica. Por tanto, ni se sale del narcisismo y su acción política
es desastrosa.
[1] “Coca-cola: ¿Maltrato psicológico infantil, padre nutriendose emocionalmente de su hijo e instrumentalizandole?” http://heterodoxia.wordpress.com/2012/05/30/coca-cola-una-apologia-del-maltrato-infantil-la-instrumentalizacion-de-un-menor-y-un-padre-nutriendose-emocionalmente-de-su-hijo/ Consultado por última vez el 6 de julio de 2012
[2] Por eso la crisis que
sufrimos ha sido más cosa de hombres que de mujeres. Aunque lanzarse al “éxito
social” signifique acumular mansiones y dinero para impresionar a mujeres
(básicamente jóvenes y atractivas) con la finalidad de obtener su validación.
De la responsabilidad de esas mujeres amantes de joyas y mansiones
proporcionadas por su hombre (por vía de la especulación y la explotación
laboral) nunca se habla.