Modestia aparte, creo que mis escritos sobre el SAP han contribuido a que en España se haya popularizado el término negacionismo entre los activistas y los investigadores para referirse a los que niegan este fenómeno, sobre todo por razones políticas.
El lobby del feminismo del resentimiento ha realizado una excelente labor estos últimos años. Sus peones en el Congreso, el CGPJ y el Gobierno han trabajado con eficacia. Hay una gran diferencia con las asociaciones que combaten el SAP, mayoritariamente de padres separados, demasiado atomizadas, a veces hasta peleadas entre ellas, y cuyo motor de acción parece más dirigido por el cabreo que por la inteligencia.
El resultado de este buen trabajo del lobby es que, en este momento, el argumentario de los negacionistas se sustenta en estos tres argumentos (yo lo llamo la santísima trinidad de los negacionistas):
1. No está reconocido en el DSM (ni otras instituciones médicas, como la AEN)
2. El CGPJ se ha pronunciado en contra
3. El Gobierno (Ministerio de Igualdad) también.
Conclusión: no tiene validez médica ni jurídica y el gobierno lo combate. Ya no hace falta acudir a los argumentos tremendistas (“invento de pederastas”). Con estos sencillos argumentos de autoridad además se gana la batalla en los mass media. Para el público que no tenga idea de qué va el tema, esta simple trinidad es muy convincente. Desmontar lo falaz de este argumentario cuesta más. Hay que decir sin embargo que el lobby tampoco lo tiene tan fácil, cada vez hay más víctimas del SAP, hombres y mujeres, y no están dispuestos a callar.
El argumentario sobre todo se sustenta en la falacia ad verecundiam (apelación a la autoridad): ya no hace falta escuchar a las víctimas ni a los científicos que trabajan con el SAP, puesto que la autoridad ha dicho que eso no existe. El punto nº1 se falsea, y para los puntos nº2 y 3 ya se ha encargado el lobby de que sea así. [Por cierto, me hace gracia esas feministas, tan autónomas y combatientes del patriarcado ellas, los ojos que ponen cuando invocan de forma tan sumisa la autoridad que les da la razón; parece como que la necesidad de un papá protector va pareja con su rechazo de lo masculino –especulaciones freudianas mías…]
Con este buen trabajo del lobby pienso que habrá que poner en circulación otro término para referirse a lo que está pasando: prohibicionismo. Para el lobby, en este momento, con su santa trinidad ya no hace falta continuar negando el SAP, ahora de lo que se trata es del siguiente paso: erradicarlo. Las medidas políticas ya están en marcha. En un sistema democrático y de libertades como el nuestro no serán a lo Lysenko, más bien se trata de enviar un mensaje a la gran mayoría que no sabe de qué va el tema: usar el SAP comportará problemas, mejor olvidarlo. Me recuerda la campaña política de hace años cuando se empezó a reivindicar la normalización del uso del valenciano: con la excusa –científicamente disparatada- de que eso no era valenciano sino otra lengua, catalán, y la polémica política que se armó, el resultado es que muchos, por ahorrarse problemas, optaron por lo seguro: usar el castellano. Objetivo de los “blaveros” cumplido: el valenciano no es una lengua de uso normal, sino un reducto folcklórico como las fallas.
Con el prohibicionismo vigente el lobby piensa que va a dar más poder a las mujeres en los procesos de separación, custodia, etc. tal como ya sucede en otros aspectos de estos procesos. Lo lamentable de esta prohibición in toto del SAP no solamente es que al garantizar la impunidad de los maltratadores por SAP incrementa la visión confrontativa entre los géneros, cuyas víctimas no sólo son hombres privados injustamente de su paternidad sino también muchas mujeres que sufren difamaciones, aspecto que el lobby olvida deliberadamente. Lo peor es que este prohibicionismo despoja a los menores de su derecho a la integridad en favor de la potestad de sus madres –y también padres- a usarlos y manipularlos con impunidad, como si fuesen una “propiedad” que se puede usar para satisfacer necesidades espurias.
En la postmodernidad se redefinen los géneros, se redefine la feminidad, se redefine la masculinidad (que es de lo que quiere tratar este blog, aunque hable mucho de SAP!), se redefine el concepto de familia… Sin embargo, que con todos estos cambios se desprotejan los derechos de los menores es un atentado de graves consecuencias. Ante este panorama me viene a la memoria el profesor Antonio Escohotado, -durante muchos años considerado un “enemigo del pueblo” Ibseniano por su lúcida crítica al prohibicionismo de las drogas- que solía invocar esta cita de Thomas Jefferson: “la mentira siempre necesita de la ayuda del gobierno”.