divendres, 30 d’octubre del 2009
article d'Empar Moliner
dimarts, 27 d’octubre del 2009
El feminismo en la Modernidad y sus derivaciones postmodernas
Para finalizar el máster en Práctica Filosófica y Gestión social que cursé en la Universidad de Barcelona redacté un trabajo en el que hablo de postmodernismo y feminismo, sobre todo basándome en la obra de Ken Wilber y su filosofía integral. Copio algunos framentos que tienen que ver con la masculinidad y la política
La separación de las tres esferas que trajo
Actualmente hay al menos una docena de grandes escuelas feministas (liberal, socialista, ecológica, espiritualista, anarquista, lesbiana, marxista, cultural, constructivista, la centrada en el poder, etcétera). De modo que, a pesar de lo que afirman ciertas feministas, no existe el menor consenso sobre la “voz” característica de la mujer.
Habitualmente los investigadores se refieren a las diferencias biológicas con el término sexo y a las culturales con el término género. Sin embargo, muchas veces se cae en dos errores. El primer error (frecuente entre los conservadores) es creer que las cuestiones de género están determinadas por las diferencias de sexo, por tanto hablar de biología es casi como hablar de destino. El segundo es concluir que las diferencias de género son meras construcciones culturales.
Hay algunas feministas que sostienen que entre ambos sexos hay diferencias insalvables. Al igual que los sociobiólogos, se centran en importantes aspectos del fundamento biológico de la diferencia entre sexos. La investigación intercultural ha demostrado que no hay nada “androcéntrico” en las diferencias de sexo: el valor real ligado a esas diferencias de sexo varía de cultura a cultura. Las nuevas investigaciones en antropología, tanto feminista como ortodoxa, subrayan la importancia de estos factores (por ej. la mujer pare y el hombre tiene más fuerza física) a la hora de explicar los diferentes roles en la esfera privada y productiva, cuando la explicación basada en la teoría de la imposición se reveló como falsa (aunque en España algunos no se han enterado).
En el otro extremo nos encontramos con el constructivismo cultural, que ha aportado profundas comprensiones a las pautas intersubjetivas dentro de las cuales se encuentran hombres y mujeres. Sin embargo, algunos feminismos, siguiendo la tendencia postmoderna expuesta anteriormente, han llegado a absolutizar esa perspectiva constructivista negando los otros enfoques feministas y científicos, con lo cual, al no poder reconocer su influencia acaban atribuyéndola a la opresión. Así, llegan concluir que hasta las diferencias de función biológica son fruto de la imposición de una ideología masculina[1] que se pierde en la noche de los tiempos. Éste enfoque, llevado al extremo, define a las mujeres como moldeadas por otro (precisamente la misma definición que pretenden superar), y a los hombres como opresores de una u otra especie
[1] Si todas las diferencias fueran meras construcciones culturales arbitrarias, entonces el embarazo y la lactancia serian resultado de una confabulación del patriarcado
dijous, 22 d’octubre del 2009
La teoría de la imposición
Para finalizar el máster en Práctica Filosófica y Gestión social que cursé en la Universidad de Barcelona redacté un trabajo en el que hablo de postmodernismo y feminismo, sobre todo basándome en la obra de Ken Wilber y su filosofía integral. Copio algunos framentos que tienen que ver con la masculinidad y la política
Tanto los investigadores ortodoxos como las feministas están de acuerdo en que, prácticamente en todas las culturas, el poder de los sexos ha sido repartido asimétricamente. Ha habido algunas sociedades más o menos igualitarias (sobre todo las hortícolas basadas en la azada) y otras en las que dominaban los hombres, pero jamás al revés, a saber: sociedades de dominio femenino en los campos público/productivos.
Ante la pregunta “¿Por que las mujeres no han sido superiores a los hombres en su acceso a los recursos naturales escasos?”, ciertas corrientes feministas postmodernas recurren a la “teoría de la imposición”: porque los hombres han sido muy, muy malos, astutos y violentos, de ahí la histórica minusvaloración de las mujeres. Otras feministas que estudian el poder, como Janet Chafetz[1], responden señalando que esa minusvaloración se dio porque ellas no se especializaron en los roles del sector público/productivo, que siempre ha sido más valorado. Y a continuación se hace la pregunta crucial: ¿Por qué las mujeres, como categoría, nunca se especializaron en los roles público/productivos? Su investigación sobre esa diferencia en la asignación de roles ofrece una respuesta basada en razones de eficiencia, sustentada en parte en hechos biológicos (mayor fuerza de los varones, por ej. al manejar el arado). Los datos que aportan Chafetz y otros colegas son que, en situaciones de amenazas, desastres o escasez, la fuerza física de los hombres pasa a valorarse mucho y los sexos se polarizan espectacularmente. Esto comporta una enorme tensión ambos (de hecho Chafetz asegura que los hombres lo tienen peor, ya que sólo ellos son los responsables de la defensa). Acudir a la opresión como explicación causal de estas diferencias es inadecuado y deficiente en casi todos los aspectos, pues entre otras cosas, no encaja en la curva de datos de las investigaciones de diferentes culturas en diferentes modos de producción[2].
En otras palabras, la polarización de los sexos, en la que los hombres dominan la esfera público/productiva y las mujeres la privada/reproductiva para detrimento de ambos, no tiene tanto que ver con la opresión masculina y la subyugación femenina sino con la vida en la biosfera. Con la diferenciación entre la biosfera y lo que algunos autores llaman la noosfera (emergencia de la cognición humana que transforma la biosfera), reforzada por la revolución científica y
El feminismo ha tenido que vérselas con una paradoja que la hipótesis de la imposición, sustentada por sus corrientes más acientíficas, contribuyó a embrollar: Las mujeres contemporáneas están preparadas y por supuesto aún es necesaria la liberación de estructuras y legislaciones arcaicas y opresivas, pero no es que previamente las mujeres actuasen de forma no-liberada y engañadas. La aparición de los movimientos de liberación sólo fue posible a partir del s. XVIII con
[1] JANET CHAFETZ, Sex and advantage.
Citado por KEN WILBER Sexo, ecología, espiritualidad. Ed. Gaia. Madrid. 2ª ed. Revisada 2005. Pgs 449 y ss.
[2]. “Estas teorías de la opresión están basadas en conceptos vagamente definidos y a menudo propensos a ser manipulados, tales como el “patriarcado”, la “subordinación femenina” y el “sexismo”. El uso de términos tan llenos de connotaciones emocionales y tan poco claros, típicamente combinados con un planteamiento normativo del tema de la desigualdad entre los sexos, tiene como resultado un máximo de retórica pero un mínimo de visión clara” CHAFETZ Op. Cit.
dimecres, 14 d’octubre del 2009
El feminismo del resentimiento
La teoría de la imposición ha fracasado en explicar los datos disponibles sobre el cambio de las estructuras matrifocales o bifocales-igualitarias (habitualmente hortícolas basadas en la azada), a las patriarcales (basadas en el arado y el caballo). No obstante ésta es la teoría central de lo que podemos denominar feminismo del resentimiento.
Ese feminismo intenta definir a las mujeres como víctimas impotentes de la “imposición masculina”, a diferencia de las corrientes más actuales o el “feminismo del poder” que se niegan a ver a las mujeres como subyugadas y las ven como co-creadoras iguales, bajo las circunstancias dadas, de las diversas formas de interacción social.
Desde el principio las feministas han tenido que enfrentarse con la paradoja de que mujeres de otros tiempos y lugares –las “Bernarda Alba”, por ej.- elegían valores ajenos a la liberación, unos valores que no encajaban con su propia herencia liberal ilustrada. En consecuencia, la elección de estos valores “no-feministas” se atribuyó a una fuerza externa (y no a una elección deliberada co-creada por las mujeres frente a la dificultad de las circunstancias). Postular esta fuerza externa, la teoría de la imposición, definió a la mujer como moldeada por el Otro, que les lavó el cerebro y las sometió por la fuerza. Se asumió que este Otro malévolo era el Hombre Genérico y se puso en marcha en los departamentos universitarios de los Gender Studies los miles de Estudios sobre
La visión de la historia, según este feminismo del resentimiento, es que la mujer es
dijous, 8 d’octubre del 2009
Del pluralismo postmodernista a la fragmentación narcisista
dissabte, 3 d’octubre del 2009
Del pluralismo al etnocentrismo relativista
Sin embargo estas características del pluralismo han estimulado el nihilismo parasitario que critica todos los discursos como perspectivas (ocultando la suya) y el narcisismo emocional hiperindividualista de “a mi nadie me dice lo que tengo que hacer. Conozco mis derechos, (olvido mis responsabilidades)”. Si toda verdad es relativa y moldeada culturalmente, entonces ninguna es vinculante ni tiene poder sobre nada. Bajo este paraguas han encontrado cobijo toda clase de impulsos narcisistas, premodernos y etnocéntricos (“mi grupo y nuestros derechos, los demás que se jodan”).
Lo curioso es que ese pluralismo no es una postura con la que estén de acuerdo todas las culturas, al contrario: la mayoría de las culturas premodernas y las etnocéntricas no lo reconocen y se oponen a él. La paradoja está que en nombre de ese pluralismo se aliente el etnocentrismo exclusivista apelando a un relativismo que niega todas jerarquías de dominación excepto la de su propio grupo.