La teoría de la imposición ha fracasado en explicar los datos disponibles sobre el cambio de las estructuras matrifocales o bifocales-igualitarias (habitualmente hortícolas basadas en la azada), a las patriarcales (basadas en el arado y el caballo). No obstante ésta es la teoría central de lo que podemos denominar feminismo del resentimiento.
Ese feminismo intenta definir a las mujeres como víctimas impotentes de la “imposición masculina”, a diferencia de las corrientes más actuales o el “feminismo del poder” que se niegan a ver a las mujeres como subyugadas y las ven como co-creadoras iguales, bajo las circunstancias dadas, de las diversas formas de interacción social.
Desde el principio las feministas han tenido que enfrentarse con la paradoja de que mujeres de otros tiempos y lugares –las “Bernarda Alba”, por ej.- elegían valores ajenos a la liberación, unos valores que no encajaban con su propia herencia liberal ilustrada. En consecuencia, la elección de estos valores “no-feministas” se atribuyó a una fuerza externa (y no a una elección deliberada co-creada por las mujeres frente a la dificultad de las circunstancias). Postular esta fuerza externa, la teoría de la imposición, definió a la mujer como moldeada por el Otro, que les lavó el cerebro y las sometió por la fuerza. Se asumió que este Otro malévolo era el Hombre Genérico y se puso en marcha en los departamentos universitarios de los Gender Studies los miles de Estudios sobre
La visión de la historia, según este feminismo del resentimiento, es que la mujer es
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