Me han pasado casi simultáneamente dos informaciones muy diferentes. Por un lado la publicación de un trabajo muy riguroso sobre algunos aspectos del SAP realizado por una gente en la que se percibe cómo se han tomado con seriedad y honestidad su tarea investigadora. Trabajos de esta índole ayudan a aclarar controversias aún no resueltas sobre el SAP. Además contribuirá a ofrecer alivio a los que sufren por verse implicados en tal inhumano maltrato infantil.
Por otro lado me han pasado información sobre unas jornadas, que cuentan con el apoyo de políticos e instituciones oficiales, para difundir el negacionismo SAP, es decir, eso que es una maniobra más del patriarcado y de los machistas para desacreditar a las mujeres. Veo que entre los ponentes están los negacionistas habituales, esa clase de científicos que el filósofo Mario Bunge tilda de psicocharlatanes. Entre éstos personalmente me parece destacable la presencia del psiquiatra Dr. Escudero Nafs. Cuento esto porque la Sra. López, que es una madre que ha perdido sus dos hijos por SAP, en una historia de una crueldad inimaginable, me hizo llegar esta correspondencia (las páginas están en orden inverso) que mantuvo con el citado psiquiatra. En su absoluto desespero, esta madre se dirigió al Dr. Escudero pidiéndole amparo y ayuda. Sin embargo, la Sra. López es un ejemplo viviente que contradice el dogma de los negacionistas: quien ha perdido a sus hijos es un machista que “algo habrá hecho” para que le suceda tal cosa. Por tanto, esa sensible eminencia médica, tan preocupado por el maltrato a las mujeres, se sacudió de encima a la Sra. López con el piadoso argumento de que “no podía soportar tanto dolor”. A estas alturas, la Sra López se ha gastado fortunas en los juzgados, pero la ley no le ha servido para recuperar a sus hijos (objetivo de los negacionistas cumplido), y ahora ya se han hecho mayores.
Eso sí, primero ese científico le aseveró que ella “lo formulaba en sentido contrario al SAP” (porque ella es mujer y es el progenitor alienado, algo imposible para los negacionistas) y, desde su sapiencia, también también la absolvía, ya que estaba seguro que “usted no es una maltratadora”; lo reafirmaba con este asombroso argumento: “¿se preguntará por qué estoy tan seguro?. Por lo que los maltratadores no pueden ocultar, lo que hay entre las palabras”. Cuando la Sra. López me paso esta carta escribí un mail al Dr. Escudero preguntándole por ese criterio científico para distinguir un maltratador del que no lo es (la Sra. López fue acusada de abuso sexual a sus propios hijos, algo que a veces forma parte del proceso desencadenante del SAP) y también le pregunté si ese criterio, que le proporcionaba semejante seguridad en el caso de la Sra López, lo consideraba generalizable a otros casos. No respondió.
Cuando leí la forma como se sacaba de encima a la Sra. López, se me ocurrió pensar en algún médico de la Alemania de los años 30. Sé que es una comparación muy inexacta y cogida por los pelos, pero me hizo recordar que, entre los afiliados al NSDAP, el partido de Hitler, el porcentaje mayor de profesionales eran los médicos. No todos eran de la calaña de Mengele o Krebsbach; las teorías racistas y eugenésicas tenían mucho predicamiento entre la clase médica que, como buenos ciudadanos (la “banalidad del mal” de Hannah Arendt), debían estar honradamente preocupados por la degeneración social y por su contribución personal a la redención de la patria, tal como ahora muchos estan honradamente preocupados por el machismo. Me puedo imaginar a un judío, preguntándole a su buen vecino el médico “¿Por qué se me llevan?” y éste contestando “Estoy seguro que Vd. es un buen ciudadano, no tengo ninguna duda. Pero vivimos tiempos muy difíciles y complicados. El comunismo amenaza dos mil años de civilización occidental, así como la plutocracia judía. Los buenos alemanes también hemos sufrido muchísimo. Disculpe que no le pueda ayudar…” El Dr. Escudero: “Perdóneme si declino su petición de hablar con ustedes. Y la explicación sincera es que no puedo soportar tanto dolor de forma tan contínua…”
No tengo niguna duda de la sincera preocupación por el machismo y las mujeres maltratadas de este médico, ni tampoco sobre su propia buena conciencia profesional (aunque el juramento hipocrático parezca que vaya por otro lado), ya que se despide de la Sra López le declarándole sin empacho que “los que estábamos en la mesa y en la sala, nadie (…) la habrá revictimizado” y haciéndole votos de respeto y consideración. A tenor de la contestación de la Sra. López, ella no estuvo muy de acuerdo con eso de que no la revictimizaba, y le suplicó que le recibiera al menos una vez a pesar de saber que era un hombre muy ocupado. No hubo respuesta. Ya se ve que este escrupuloso galeno está muy atareado difundiendo el evangelio negacionista.
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